Mar y horizonte de ayer.
Esta mañana, al despertar, me sorprendí al encontrar que tu imagen todavía estaba intacta en mi mente. Realmente no hace tanto tiempo desde que te hice partir, pero para mí, ha sido eterna cada sacudida del reloj.
No sé de qué me exalto si todo está tan frívolo en tu distancia, que hasta mis acciones rutinarias prescinden de algún objetivo mismo. Ahora el cielo está turbio y el mar ya no lo contemplo como una opción de tranquilidad.
Una vez más lo he hecho, cercenando cada ápice de color y de alegría, a tan alto costo en el espacio de la vida, sin medir consecuencia alguna, desvaneciendo el horizonte del ayer.
Acudo a recordarte siempre, como un acto simbólico y meritorio, caminando más lento y recorriendo brevemente con el circundante de mis ojos todo el entorno, quizás tratando de arroparme en tu cabello, en tu mirada rojiza.